lunes, 2 de junio de 2008

Gödel, ciudadano americano


Gödel vivió mucho tiempo en Estados Unidos. En el momento de adquirir la nacionalidad americana tuvo que responder a una serie de preguntas muy sencillas acerca de la Constitución, así podría demostrar un conocimiento mínimo y general de su contenido y manifestar su consideración hacia ella. Por otra parte, necesitaba dos avalistas que respondieran de su reputación y le acompañaran al examen oral ante un juez local.
Gödel tenía unos padrinos de lujo, Albert Einsyein, que entonces no necesita presentación alguna, y Oskar Morgenstern, economista matemático y coinventor, junto con John von Neumann, de la “teoría del juego. Ante la inestabilidad y falta de sentido común que había demostrado Gödel durante el periodo previo a esta simple entrevista, cuenta Einstein que había ido aumentando su preocupación y la del propio Morgenstern.
Parece ser que Gödel llamó a Morgenstern la tarde anterior para explicarle que había encontrado un resquicio en el entramado de la Constitución que permitía la instauración de una dictadura.
Morgenstern le aconsejó y de alguna manera le prohibió mencionarlo en la entrevista bajo ningún concepto. Dijo que era completamente absurdo. Cuando llegó la tan esperada cita, Einstein y Morgenstern intentaron desviar la atención de Gödel para evitar que pensara en lo que le rondaba la cabeza e impedir así que se le escapara algún chiste inconveniente o alguna anécdota fuera de lugar: confiaban en que se limitaría a presentarse, dar las respuestas de rigor y los tópicos resabidos y marchar con la nacionalidad bajo el brazo. El siguiente relato de John Casti sobre cómo discurrió la entrevista confirma que las sospechas de los dos testigos no eran infundadas:
“Durante la misma, el juez quedó gratamente impresionado por la brillante personalidad y reputación pública de los testigos de Gödel, y rompió con la tradición al invitarles a sentarse el tiempo que durara la entrevista. El juez empezó por comentar a Gödel: ‘Hasta ahora, usted ha tenido nacionalidad alemana’. Gödel corrigió esta ligera ofensa, haciendo notar que era austríaco. Impasible, su señoría prosiguió: ‘De todos modos, su país tuvo que sufrir una dictadura horrible… pero afortunadamente eso no puede suceder en América’. Al oír la palabra mágica, ‘dictadura’ Gödel no pudo contenerse y gritó: ‘¡Todo lo contrario!, ¡yo sé cómo puede suceder eso, puedo probarlo!’. Calmarle y evitar que siguiera adelante con la explicación extensa y detallada de su ‘descubrimiento’ requirió no sólo los esfuerzos de Einstein y Morgenstern, sino también los del juez”.

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